Esa sensación de deslizarte por la nieve, la brisa fría en la cara y la montaña como oficina… suena idílico, ¿verdad? Ser instructor de esquí es, sin duda, una vocación apasionante que he visto transformar vidas, tanto la de los alumnos como la de los propios instructores.
Recuerdo mis primeras temporadas; esa mezcla de euforia al ver a alguien dar sus primeros giros y el agotamiento físico después de horas en la pista, bajo cualquier condición meteorológica.
La verdad es que, más allá del glamour de las pistas nevadas y el contacto constante con la naturaleza, que para mí es impagable, esta profesión te exige una resiliencia única.
No solo se trata de técnica, sino de paciencia, empatía y una capacidad de adaptación tremenda. He notado cómo, con los años, el perfil del instructor ha tenido que evolucionar: ya no solo enseñamos a bajar una ladera, sino que nos convertimos en guías de montaña, animadores y hasta consejeros emocionales, especialmente con la creciente demanda de experiencias personalizadas y el impacto que el cambio climático tiene en la duración de nuestras temporadas.
¡A continuación, vamos a descubrirlo en detalle!
Esa sensación de deslizarte por la nieve, la brisa fría en la cara y la montaña como oficina… suena idílico, ¿verdad? Ser instructor de esquí es, sin duda, una vocación apasionante que he visto transformar vidas, tanto la de los alumnos como la de los propios instructores.
Recuerdo mis primeras temporadas; esa mezcla de euforia al ver a alguien dar sus primeros giros y el agotamiento físico después de horas en la pista, bajo cualquier condición meteorológica.
La verdad es que, más allá del glamour de las pistas nevadas y el contacto constante con la naturaleza, que para mí es impagable, esta profesión te exige una resiliencia única.
No solo se trata de técnica, sino de paciencia, empatía y una capacidad de adaptación tremenda. He notado cómo, con los años, el perfil del instructor ha tenido que evolucionar: ya no solo enseñamos a bajar una ladera, sino que nos convertimos en guías de montaña, animadores y hasta consejeros emocionales, especialmente con la creciente demanda de experiencias personalizadas y el impacto que el cambio climático tiene en la duración de nuestras temporadas.
¡A continuación, vamos a descubrirlo en detalle!
Más allá de la técnica: El arte de conectar en la nieve
Cuando la gente piensa en un instructor de esquí, a menudo se imagina a alguien que simplemente demuestra cómo girar o frenar. Pero, créanme, la realidad va mucho más allá. Lo que he aprendido en todos estos años es que nuestra verdadera habilidad reside en la capacidad de conectar con cada persona que tenemos delante, de entender sus miedos, sus expectativas y su forma única de aprender. Recuerdo una vez a un alumno, un hombre de unos cincuenta años, que estaba aterrorizado por la velocidad. No importaba cuántas veces le explicara la técnica, su cuerpo se bloqueaba. Fue cuando dejé de hablar de cuñas y giros y empecé a charlar sobre su vida, sobre sus hijos, sobre la sensación de libertad que podría sentir si superaba ese miedo, cuando, de repente, algo hizo clic. Verle sonreír mientras se deslizaba por una pista azul fue una de las mayores recompensas. Para mí, esa es la verdadera magia de este trabajo.
1. La paciencia, tu mejor aliada en la pista
No se trata solo de enseñar a esquiar, sino de enseñar a confiar. Y eso, amigos míos, requiere una paciencia infinita. Cada alumno tiene su propio ritmo, sus propias barreras mentales y físicas. Me he encontrado con niños que aprenden en una hora y adultos que necesitan días para dar sus primeros pasos. La clave está en no frustrarse, en repetir las cosas mil veces si es necesario, pero siempre con una sonrisa y un ánimo inquebrantable. He descubierto que la paciencia no solo ayuda al alumno, sino que te templa a ti mismo, forjando un carácter mucho más resiliente y empático. Es una cualidad que, una vez desarrollada en la nieve, se traslada a todos los aspectos de tu vida.
2. Leer la mente (y el cuerpo) de tus alumnos
El lenguaje no verbal es crucial. Antes de que un alumno diga una palabra, sus ojos, su postura, la tensión en sus hombros ya te están contando una historia. Mi experiencia me ha enseñado a observar, a intuir cuándo alguien está cansado, asustado o simplemente aburrido. Una clase efectiva no es un monólogo, sino un diálogo constante, aunque a veces sea silencioso. He desarrollado la habilidad de adaptar mi método de enseñanza en tiempo real, pasando de una explicación técnica a un juego, o de una bajada controlada a un momento de descanso y charla. Es como ser un camaleón pedagógico, siempre ajustándote a las necesidades del momento para que la experiencia sea óptima y, sobre todo, segura.
El ritmo de la montaña: Una oficina con vistas (y desafíos)
Imaginen despertar cada mañana con la montaña frente a ustedes, el aire puro y la promesa de un día lleno de nieve y aventura. Eso es, sin duda, una de las grandes ventajas de esta profesión. Mi “oficina” es el impresionante paisaje de los Andes o los Pirineos, y mis “compañeros de trabajo” son el viento, la nieve y, por supuesto, mis alumnos. Sin embargo, no todo es postal. Trabajar en la montaña implica enfrentarse a elementos impredecibles y a un esfuerzo físico considerable. Recuerdo una temporada especialmente dura, con nevadas constantes y temperaturas bajo cero, donde cada día era un desafío a la resistencia. No era solo esquiar, era luchar contra el frío, la visibilidad reducida y, a veces, el cansancio acumulado de semanas sin un día libre.
1. El desgaste físico y la aclimatación al entorno
Ser instructor es un deporte en sí mismo. Estamos de pie, esquiando, demostrando y cargando equipo durante horas, a menudo a gran altitud. Mis rodillas podrían contar historias, y mis músculos abdominales se han convertido en mi mejor amigo. La preparación física no es una opción, es una necesidad. Antes de cada temporada, sigo una rutina de ejercicios específica para fortalecer todo el cuerpo. Además, la adaptación a las condiciones meteorológicas es clave: desde días de sol radiante hasta tormentas de nieve cegadoras, debemos estar preparados para todo. He aprendido a vestirme por capas como un experto, a proteger mi piel del sol y del viento y, sobre todo, a escuchar a mi cuerpo cuando me pide un descanso, algo vital para evitar lesiones y mantener la energía a tope.
2. La vida en la estación: más allá de las pistas
La experiencia de ser instructor no se limita al horario de clases. La mayoría de nosotros vivimos en las estaciones de esquí durante la temporada, lo que crea una comunidad única y muy unida. Las noches son para compartir anécdotas en el bar local, cenar con compañeros de todo el mundo y, a veces, incluso para organizar alguna que otra aventura nocturna sobre la nieve. Es un estilo de vida diferente, donde el tiempo libre se mezcla con el trabajo y donde las amistades se forjan a un ritmo acelerado. He vivido experiencias inolvidables, desde rescates improvisados hasta celebraciones de fin de temporada que terminaron con todos cantando canciones populares a capella. Es una inmersión total en la cultura de la montaña.
De principiante a experto: La satisfacción de transformar vidas
Si hay algo que me llena el alma en este trabajo, es ser testigo de la evolución de mis alumnos. Esa chispa en sus ojos cuando logran hacer un giro perfecto por primera vez, o la exclamación de alegría cuando bajan una pista que antes les parecía imposible. Es un privilegio absoluto ser parte de ese proceso de aprendizaje y superación personal. Recuerdo a una familia que venía cada invierno, y pude ver a los niños crecer y convertirse en esquiadores avanzados bajo mi tutela. Verlos pasar de estar aferrados a mí a lanzarse por las pistas con confianza es una sensación que no se puede describir con palabras. Es una mezcla de orgullo, alegría y la certeza de que has dejado una huella positiva en la vida de alguien.
1. Los “ajás”: Momentos de revelación en la nieve
En mi diccionario de instructor, un “ajá” es ese instante mágico en el que un alumno, tras luchar con un concepto o movimiento, de repente lo entiende y lo ejecuta a la perfección. Es como si una bombilla se encendiera sobre su cabeza. Estos momentos son mi gasolina. Pueden ser pequeños, como cuando un niño finalmente entiende cómo frenar en cuña, o monumentales, como cuando un adulto supera su miedo a las pistas negras. He notado que estos “ajás” no solo se refieren a la técnica, sino también a la confianza. Cuando un alumno se da cuenta de que es capaz, de que puede superar sus propios límites, su expresión cambia por completo. Es un regalo poder presenciar esa transformación.
2. Construyendo confianza, una bajada a la vez
La enseñanza del esquí va más allá de la mecánica. Se trata de construir la confianza del alumno en sí mismo y en sus habilidades. Muchas veces, el mayor obstáculo no es físico, sino mental. He trabajado con personas que llegan con experiencias negativas previas o con una falta total de fe en sus capacidades atléticas. Mi rol, entonces, se convierte en el de un animador, un motivador. Utilizo mucho el refuerzo positivo, celebro cada pequeño avance y creo un ambiente seguro y de apoyo. Al final de la semana, no solo han aprendido a esquiar mejor, sino que han ganado una nueva perspectiva sobre lo que son capaces de lograr. Y eso, para mí, es un impacto mucho más profundo que cualquier técnica.
Desafíos ocultos en la ladera: Lo que nadie te cuenta
A pesar de lo idílico que pueda parecer, la vida del instructor de esquí tiene su lado menos glamuroso y sus desafíos particulares. No todo es esquiar en polvo bajo un sol radiante. Hay días grises, lecciones difíciles y situaciones inesperadas que ponen a prueba nuestra paciencia y profesionalidad. Recuerdo una vez que tuve que lidiar con un grupo de adolescentes que no paraban de desafiarme y de intentar salirse de las pistas. Fue un verdadero ejercicio de gestión de grupo y de firmeza. O esos días de lluvia helada, donde el frío se te mete en los huesos y la moral tiende a bajar, pero tienes que mantener la sonrisa y la energía para tus alumnos. La verdad es que esta profesión te curte, te enseña a manejar la frustración y a encontrar la fortaleza en los momentos más difíciles.
1. La cara B de la vida en la nieve
El calendario laboral de un instructor es exigente. Las mejores temporadas suelen implicar jornadas largas, fines de semana y festivos trabajando, mientras otros disfrutan de su tiempo libre. La flexibilidad horaria es casi nula durante los picos de afluencia. Además, el invierno no solo trae nieve, sino también gripes y resfriados, y dar clase con fiebre no es lo más divertido del mundo, pero la temporada es corta y cada día cuenta. También hay que considerar los salarios, que, si bien son adecuados para el estilo de vida de montaña, pueden no ser tan elevados como algunos imaginan, especialmente al principio. Es un equilibrio constante entre pasión y pragmatismo económico.
2. Manejando situaciones inesperadas y la seguridad
La seguridad es nuestra máxima prioridad y, a veces, eso implica enfrentarse a situaciones inesperadas. Desde una caída aparatosa hasta un ataque de pánico de un alumno, o incluso la necesidad de asistir en un rescate en pista. He tenido que actuar con rapidez y calma en momentos de alta presión, evaluando la situación, proporcionando primeros auxilios básicos si era necesario y coordinando con el personal de la estación. Esto requiere no solo un conocimiento profundo de la montaña y de las técnicas de rescate, sino también una gran serenidad bajo presión. Cada instructor tiene que estar preparado para ser, en cierto modo, un pequeño gestor de crisis en la nieve.
El instructor moderno: Adaptándose a un paisaje cambiante
El mundo del esquí, como todo, está en constante evolución, y con él, el rol del instructor. Hace veinte años, la enseñanza era mucho más “militarizada” y técnica. Hoy en día, la demanda se inclina hacia experiencias más personalizadas, hacia la búsqueda de la conexión con la naturaleza y el bienestar. He notado cómo cada vez más alumnos buscan no solo aprender a esquiar, sino también a entender la montaña, a ser conscientes de su entorno y a disfrutar de la experiencia de una manera más holística. Y el impacto del cambio climático es innegable: las temporadas son más cortas, la nieve es menos abundante en cotas bajas, lo que nos obliga a ser más versátiles y, a veces, a buscar otras fuentes de ingresos o especializaciones.
1. Más allá del esquí: guía, confidente y experto en experiencias
Hoy, el instructor es un creador de experiencias. No solo enseño la técnica, sino que también comparto historias de la montaña, hablo sobre la flora y la fauna local, recomiendo los mejores sitios para comer o las rutas más espectaculares. Muchos alumnos buscan ese toque personal, ese guía que les muestre la esencia del lugar. He visto que las clases privadas o los grupos reducidos, donde se puede establecer una relación más cercana, son cada vez más populares. Mi rol se ha ampliado para incluir aspectos de guía de montaña, de animador turístico y, a veces, hasta de confidente para aquellos que usan el esquí como una forma de desconectar y reflexionar. Es un desafío estimulante que me obliga a estar siempre aprendiendo y adaptándome.
2. El impacto del cambio climático y la diversificación
Es imposible ignorar cómo el cambio climático está afectando nuestra profesión. Las temporadas son más cortas, la calidad de la nieve es más variable y hay una creciente incertidumbre. Esto ha impulsado a muchos de nosotros a diversificar nuestras habilidades. Yo, por ejemplo, he obtenido certificaciones en snowboard y en senderismo con raquetas, e incluso he empezado a impartir clases de fitness específicas para esquiadores en la pretemporada. Otros compañeros han explorado el verano en la montaña, como guías de bicicleta de montaña o de escalada. La resiliencia de la que hablaba al principio no solo es física, es también profesional: tenemos que ser capaces de adaptarnos a un futuro incierto y encontrar nuevas formas de seguir ligados a la montaña, nuestra pasión.
Rentabilidad y futuro: ¿Se vive del esquí o se esquía para vivir?
Esta es una pregunta que muchos se hacen, y la respuesta no es sencilla. Vivir exclusivamente de ser instructor de esquí es posible, pero requiere mucha dedicación, experiencia y, a menudo, la capacidad de trabajar en diferentes hemisferios para alargar la temporada. Los salarios varían enormemente según la estación, el nivel de certificación, la demanda y si trabajas de forma independiente o para una escuela. Recuerdo mis primeros años, donde cada euro contaba y la vida era austera pero llena de aventuras. Con el tiempo, he visto cómo compañeros han logrado establecerse, comprar propiedades en la montaña o incluso abrir sus propias escuelas. Es una carrera que, bien gestionada, puede ofrecer una vida plena y conectada con la naturaleza, aunque con sus particularidades económicas.
1. La estructura salarial y la estacionalidad
El salario de un instructor se basa a menudo en horas de clase o en un porcentaje de las ventas. La estacionalidad es el mayor desafío. Generalmente, los instructores ganan la mayor parte de sus ingresos en pocos meses de invierno. Esto significa que la planificación financiera es crucial para subsistir el resto del año. Muchos instructores optan por trabajar en otras profesiones durante la temporada baja, o viajan a otros países donde es invierno. He conocido a compañeros que pasan el verano enseñando en el hemisferio sur, en estaciones como Las Leñas en Argentina o Portillo en Chile, creando así un ciclo de ingresos anual. Es una vida nómada para muchos, pero increíblemente enriquecedora en experiencias y conocimientos.
2. Construyendo una carrera a largo plazo en la nieve
Para aquellos que quieren hacer de esto una carrera duradera, la clave está en la formación continua y en la especialización. Obtener certificaciones de alto nivel, como las de la ISIA (International Ski Instructors Association) o las nacionales más prestigiosas (como la ACMS en España o la AADIDESS en Argentina), abre puertas a mejores salarios y a oportunidades de formación de otros instructores. Además, desarrollar una clientela fija, especialmente en clases privadas, puede asegurar un flujo de ingresos más estable. Algunos instructores se especializan en telemark, snowboard, o incluso en coaching de alta competición. Otros deciden dar el salto y montar su propia escuela o empresa de guías, transformando su pasión por la nieve en un negocio sólido. Es un camino que requiere visión y espíritu emprendedor, pero que ofrece una libertad y una satisfacción profesional inigualables.
Aspecto | Descripción de la Experiencia del Instructor | Clave para el Éxito / Superación |
---|---|---|
Conexión con la Naturaleza | Pasar cada día en paisajes nevados, respirando aire puro y sintiendo la montaña como un hogar. Es un privilegio que compensa muchos sacrificios. | Aprender a interpretar el entorno, sus señales y sus ritmos. |
Satisfacción Personal | Ver la transformación de los alumnos, desde el miedo inicial hasta la euforia de deslizarse con confianza. Momentos “ajá” que no tienen precio. | Disfrutar del proceso de enseñanza, celebrar cada pequeño avance. |
Demanda Física y Mental | Jornadas largas, esfuerzo constante a distintas alturas, adaptación a climas extremos y gestión de grupos diversos. | Preparación física rigurosa, resiliencia mental y buenas prácticas de autocuidado. |
Estacionalidad y Estabilidad Económica | Ingresos concentrados en la temporada de invierno, lo que exige una planificación financiera cuidadosa o la búsqueda de trabajo complementario. | Diversificación de habilidades (verano, otras disciplinas) y certificaciones avanzadas. |
Comunidad y Estilo de Vida | Convivencia intensa con compañeros, amistades duraderas y una cultura de montaña vibrante. Es una forma de vida, no solo un trabajo. | Participación activa en la vida de la estación, apertura a nuevas experiencias. |
Una profesión en el corazón de la montaña: ¿Es para ti?
Después de tantos años, puedo decir con total seguridad que ser instructor de esquí es mucho más que un trabajo; es una vocación, una forma de vida. Requiere pasión por la montaña, un amor genuino por la enseñanza y una capacidad inmensa para adaptarte a cualquier situación, sea en la ladera o fuera de ella. He visto a personas de todas las edades y orígenes encontrar su lugar en este mundo, desde jóvenes que buscan una aventura de temporada hasta profesionales experimentados que han hecho de la enseñanza del esquí su carrera principal. Para mí, cada día en la nieve es una oportunidad para aprender, para enseñar y para disfrutar de un entorno que me recarga el alma. Si estás buscando un trabajo que te conecte con la naturaleza, que te desafíe física y mentalmente, y que te permita ver el impacto directo de tu trabajo en la vida de otras personas, entonces quizás esta vida en la montaña sea justo lo que estás buscando. Es exigente, sí, pero las recompensas, emocionales y personales, son inmensas.
1. La llamada de la nieve: ¿Quién puede ser instructor?
No hay un perfil único para ser instructor de esquí, y eso es lo hermoso de esta profesión. He trabajado con antiguos deportistas, estudiantes universitarios, personas que buscaban un cambio de vida e incluso jubilados activos. Lo que realmente importa es tener una buena base de esquí (o snowboard), aunque no seas un experto desde el principio, ya que la técnica se perfecciona durante la formación. Más importante aún es la personalidad: ser comunicativo, paciente, entusiasta y tener una verdadera vocación de servicio y de enseñanza. Mis mejores alumnos han sido aquellos que, más allá de sus habilidades técnicas, tenían ese brillo en los ojos al hablar de la nieve y al interactuar con la gente. La capacidad de transmitir esa pasión es lo que marca la diferencia entre un buen instructor y uno excepcional.
2. Más allá de las pistas: Habilidades transferibles a tu vida
Lo que aprendes como instructor de esquí va mucho más allá de la nieve. Desarrollas habilidades de comunicación interpersonal que te servirán en cualquier ámbito de la vida: cómo explicar conceptos complejos de forma sencilla, cómo motivar a alguien que está frustrado, cómo leer el lenguaje corporal. Mejoras tu capacidad de liderazgo, tu resiliencia ante la adversidad y tu habilidad para resolver problemas en tiempo real. La gestión del tiempo y la planificación se vuelven instintivas. Recuerdo haber aplicado técnicas de gestión de grupos que aprendí con niños en la nieve a situaciones de equipo en otros trabajos. Es increíble cómo esta experiencia te moldea, te hace una persona más completa y adaptable, lista para enfrentar cualquier desafío, dentro o fuera de la montaña.
Conclusión
Después de haber compartido mi visión y mis experiencias en este fascinante mundo, espero que te hayas llevado una imagen completa de lo que significa realmente ser un instructor de esquí.
Es una profesión que te exige al máximo, tanto física como mentalmente, pero que te recompensa con creces a nivel personal. La montaña se convierte en tu aula, el aire fresco en tu energía y la sonrisa de tus alumnos en tu mayor satisfacción.
Si sientes la llamada de la nieve y la pasión por enseñar, te animo a explorar este camino. Es un viaje de aprendizaje constante, de conexión profunda con la naturaleza y con las personas, que, sin duda, transformará tu vida.
Información útil que debes saber
1. Certificaciones: Para ser instructor, necesitarás obtener certificaciones reconocidas. En España, las escuelas suelen requerir titulaciones de la Federación Española de Deportes de Invierno (RFEDI) o de asociaciones como la ACMS. En Sudamérica, asociaciones como AADIDESS en Argentina o ANIE en Chile son clave. Estas certificaciones aseguran un estándar de calidad y seguridad en la enseñanza.
2. Dominio de idiomas: Aunque el español sea tu lengua nativa, dominar otros idiomas como el inglés, francés o alemán te abrirá muchísimas puertas y te permitirá trabajar con una clientela más diversa. ¡La comunicación es fundamental en la pista!
3. Preparación física: No subestimes la exigencia física. Dedica tiempo a fortalecer tu cuerpo antes y durante la temporada. Entrenamientos de fuerza, resistencia y flexibilidad son esenciales para prevenir lesiones y mantener la energía durante largas jornadas.
4. Vida en la estación: Prepárate para vivir una experiencia de comunidad intensa. Las estaciones de esquí suelen ser microcosmos donde el trabajo y el ocio se entrelazan. Es una oportunidad fantástica para forjar amistades duraderas y sumergirte en un estilo de vida diferente.
5. Planificación financiera: Debido a la estacionalidad, es crucial que planifiques tus finanzas. Considera trabajar en el hemisferio opuesto durante la temporada baja, buscar trabajos complementarios o ahorrar lo suficiente para cubrir tus gastos fuera de la temporada de nieve.
Puntos clave a recordar
Ser instructor de esquí es una vocación que combina pasión por la montaña, amor por la enseñanza y una gran capacidad de adaptación. Aunque exige un alto nivel físico y mental, además de superar los desafíos de la estacionalidad, las recompensas emocionales de ver a tus alumnos superar sus límites son inmensas.
Es una vida de constante aprendizaje y crecimiento, tanto personal como profesional, que te sumerge en una comunidad única y te conecta profundamente con la naturaleza.
Preguntas Frecuentes (FAQ) 📖
P: ero lo que no se ve es el cansancio brutal al final del día, después de horas bajo el sol, la ventisca o la niebla, con el frío calándote los huesos.
R: ecuerdo una temporada especialmente dura en Sierra Nevada, donde pasamos días con nevadas intensas y visibilidad casi nula. ¡Tenías que ir con cien ojos!
Además, no siempre lidias con alumnos fáciles; hay que tener una paciencia infinita y una capacidad de adaptarse a cada personalidad, a cada miedo, a cada frustración.
Es ahí donde realmente se pone a prueba tu vocación. Hay días que vuelves a casa molido, pero luego recuerdas la cara de ese niño que por fin se puso de pie o la de ese adulto que superó su miedo a la velocidad, y se te pasa todo.
Es una profesión que te exige estar siempre al cien por cien, física y mentalmente. Q2: Mencionas que el perfil del instructor ha evolucionado. ¿Cómo describirías esa transformación y qué habilidades adicionales son cruciales hoy en día?
A2: ¡Uf, ha cambiado un montón! Antes, era más técnico, puro “enseña a girar y a frenar”. Ahora es mucho más holístico, ¿sabes?
Ya no solo somos “profes de esquí”, sino que nos hemos vuelto una especie de anfitriones de la montaña. La gente busca una experiencia completa. Me ha pasado de tener alumnos que no solo querían aprender a esquiar, sino que te preguntaban por las mejores tapas en la zona, dónde comprar el mejor queso de la región, o simplemente querían charlar sobre sus problemas mientras subíamos en el telesilla.
Se espera que seas un guía local, un animador, un consejero, a veces incluso un psicólogo improvisado. La empatía es clave, y la capacidad de leer a la persona que tienes delante para saber qué necesita, más allá de la técnica.
Es un trato muy personal, casi de amistad efímera, que se valora muchísimo en estos tiempos de prisas. Q3: Dada la creciente preocupación por el cambio climático, ¿cómo percibes su impacto en la profesión de instructor de esquí y en las temporadas de nieve?
A3: Es un tema que nos tiene a todos con el corazón en un puño. He visto con mis propios ojos cómo las temporadas se acortan cada vez más. Recuerdo inviernos pasados en los Pirineos, donde las nevadas eran constantes y la nieve duraba hasta bien entrada la primavera.
Ahora, cada vez es más una lotería. Empieza más tarde, termina antes, y las ventanas de buena nieve son más impredecibles. Esto nos afecta directamente, claro.
Hay menos días de trabajo, menos estabilidad. A veces, te encuentras con la necesidad de diversificar, de formarte para ser guía de montaña en verano o en otras actividades, porque la temporada de invierno no da para vivir todo el año.
Es frustrante ver cómo algo tan elemental para nuestra profesión, la nieve, se vuelve tan incierto. Nos obliga a ser aún más flexibles y a estar preparados para adaptarnos a un futuro que, francamente, me da un poco de vértigo.
📚 Referencias
Wikipedia Enciclopedia
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